Sábados de Agosto 21:00hs
Hoy en Ocio Córdoba recibimos a Rafael Taborda, dramaturgo y director de la obra “Dos cadáveres y un Cuerpo”. que se presentará en el Teatro La Chacarita
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Por: Ocio en Córdoba

El joven director nos sumerge en su mundo poético ficcional para dejar hablar al Papa más olvidado de la historia, con un pequeño detalle…está muerto. Serán sus compañeros en escena, la novicia y el monje, quienes ayudarán a construir la voz, el sentimiento y ese sabor extraño, pero agradable que nos dejará esta obra.

Rafael, cuando me llegó la propuesta de tu obra y la leí, me pareció muy inquietante. Y si nos parece demasiado, me gustaría que vos nos cuentes de qué trata esta obra.

– Cuando la escribí me tomé la licencia de jugar con un hecho histórico que sucedió en el año 897. Tuvo que ver con un Papa que ordenó desenterrar el cuerpo de otro Papa que ya hace un tiempo estaba muerto, para juzgarlo. Ordena que este juicio se lleve a cabo pero como si el papá estuviera vivo. Se supone por la imagen pictórica, un cuadro que hay retratando de la época en que el papá estaba ornamentado con todos los atuendos papales.

Entonces, a partir de ahí empecé a jugar con la idea de cómo llegó ese cuerpo desde su tumba hasta el lugar donde iba a ser juzgado. Evidentemente alguien lo tuvo que vestir, a partir de esa frase “alguien lo tuvo que vestir” construí esta obra en la cual una novicia – Victoria Alesandri – y un monje – Matías Rapetti –,  inventan un rito de lavar un cuerpo de un Papa muerto para vestirlo, para luego que sea juzgado y en medio este rito está siendo inventado.

Así empiezan a aparecer secretos, mentiras, verdades, amores, pasiones de cada uno de los personajes, incluido el del papá muerto que está en escena –Ezequías Litwin –. Y un poco, de eso versa la obra.

Y una de las cosas que me puse a pensar, que me llamaba la atención preguntarte era como vos bien decís, este cuerpo está protagonizado por una persona que está arriba del escenario, como persona actante. ¿Para vos un muerto o alguien que ya ha fallecido nos puede hablar, nos puede decir cosas?

– Absolutamente. El teatro tiene la licencia, se permite. El teatro tiene la posibilidad de hacer hablar a quien se le ocurra y uno puede jugar con eso. A mí hay algo que me seduce siempre mucho y que tiene que ver justamente con la presencia de un “no viviente” en escena. Me parece que es algo que interpela bastante, es algo que genera una cierta reacción y acción de los cuerpos en relación a este no viviente.

Al principio de la obra, cuando la empecé a escribir, el personaje del papá ni siquiera estaba en escena. Era solamente lo que estos dos, novicia y monje, contaban de lo que en otro lugar estaban haciendo, que era vestir a un papá. Pero después surgió la necesidad de que el cuerpo del papá estuviese en escena, de que fuese una figura que estuviese jugando ahí en escena. Por lo que implica a nivel del espectador y a nivel también de los otros actuantes, manipular el cuerpo de alguien que en la licencia del teatro está muerto.

El teatro absolutamente se puede permitir, se puede dar ese lujo de permitirse jugar haciendo hablar a quien quiera, mucho más a los muertos. Porque el teatro básicamente es una escritura de fantasmas. Siempre estamos haciendo hablar a algún muerto.

Vos, como director, desde qué lugar te posicionaste para dirigir a estos actores. Para hacerlos entender esta cuestión, este personaje está muerto, pero al mismo tiempo está actuando…

– Fue todo un tema a la hora de la dirección, digo, y de la propuesta. El cine por ejemplo, se puede permitir a través de efectos jugar con un cuerpo no viviente. En el teatro cuando yo propongo que el actor esté en un primerísimo plano, esta escena está montada muy cerca del espectador. Justamente para que se note la presencia de ese cuerpo muerto pero viviente en el actuante. Uno de los desafíos era una de las primeras preguntas: ¿se nota que estoy respirando? Se nota, sí. Porque justamente en el teatro es un cuerpo vivo encarnando.

Es un desafío también porque en la escena no hay solo un papá muerto, con todo lo que implica una figura tan importante como la de un Papa para la historia universal y particularmente para el mundo cristiano, sino además de poner un actor en escena que durante una hora está con el cuerpo desnudo, mostrando justamente la carnalidad de la muerte.

Entonces fue una decisión y un trabajo interesante del actor que le toca hacer de papá, pero también de sus compañeros, que les toca manipular un cuerpo de un actor vivo, pero que está encarnando un cuerpo muerto y casi putrefacto. Entonces bueno, ahí también hubo un trabajo interesante de la manipulación del cuerpo.

La muerte sigue siendo tabú para muchas personas. Lo que pasa cuando uno está en contacto con un muerto, que es algo que normalmente uno no viviría. ¿Qué pensás que puede causar en los espectadores?

– Yo creo que hay como tres sensaciones. Me he sentado junto a los espectadores a disfrutar la obra como director. Me parece que un poco lo que sucede es, al principio, la incomodidad de la desnudez. No solo no estamos acostumbrados a trabajar o a escuchar o a ver la mortalidad en escena, sino que también nos cuesta ver muchas veces la desnudez del propio cuerpo, más de otro cuerpo. Entonces creo que el primero es el adaptarse a esa desnudez que está en escena.

En un segundo momento, me parece que tiene que ver con acomodar esta idea de que el cuerpo desnudo que está, lo estamos profanando sin lugar a dudas, porque está expuesto, desnudo y es un Papa. Yo le decía una vez a alguien: “si hay algo que creo que a nadie se le ocurre es pensar en un Papa desnudo“. Hay figuras y figuras Y sin embargo, bueno, un Papa también se ducha, un Papa también, tiene un cuerpo.

Acá creo que también hay un acomodar esa idea de que el que está representando ese cuerpo desnudo es ni más ni menos que un Papa. Y después yo creo que lo que sucede tiene que ver con algo que se cuenta en la obra, una serie de secretos y verdades que se entran a descubrir en torno a la relación del poder con el arte. Digo que los temas que tocó básicamente tienen que ver con el poder, con la función de la iglesia, con los ritos, con lo sagrado.

Uno en su experiencia de vida puede tener algún contacto con la muerte, pero generalmente es el contacto visual. Digo, es muy raro que manipule un cuerpo muerto de un familiar, de un amigo, alguien muerto. Es más una cuestión visual.

Acá hay una cuestión de la manipulación del cuerpo y el cuerpo casi como un objeto, carne y abandonado de toda espiritualidad y toda alma y todo principio vital. En ese contar secretos verdades de esa historia yo creo que el espectador una vez que asumió la desnudez, asumió que la desnudez pertenece a un Papa, empieza a asumir estas verdades que la novicia y el monje entran a contar. El espectador pasa de la risa al llanto en varias oportunidades, va variando entre ese combo de risa y llanto que tiene que estar cuando se toca el tema de la muerte.

A esta historia se la ha borrado un poco del cristianismo, yo no la conocía, incluso me costó conseguir información y este Papa Formoso, como que fue incluso borrado por la vergüenza de lo que le habían hecho. ¿Lo tratas asi en escena?

– Pero en eso que decís, yo al papá en la obra lo juzgo por otra cosa. No tiene nada que ver con el hecho histórico en sí. Acá lo juzgan por una cosa también absurda. También porque digo era absurdo en el 897 juzgarlo por eso, hoy también yo lo juzgo nuevamente, pero por una cuestión más absurda. También hay algo que yo le decía a los actores y al equipo de trabajo. O sea, nosotros tenemos que asumir que estamos nuevamente desenterrando a Formoso para juzgarlo. Históricamente lo estamos desenterrando por tercera vez porque este Papa fue juzgado dos veces. Asumamos que estamos desenterrando al Papa por tercera vez, para juzgarlo por tercera vez en un hecho artístico, poético, teatral. 

Pero bueno, hay que asumir ese sacar a los fantasmas y como decís vos, cerradisimo de la historia de la iglesia. También porque digo, hay que explicar que es un Papa vivo quien desentierra a un Papa muerto, para juzgarlo y lo curioso es encontrarlo culpable, porque no pudo hablar.

Por último, me gustaría que me dijeras. La persona que va ¿qué frase, qué pregunta te gustaría que se haga después de ver tu obra?

– Yo soy de la idea, no porque yo le haya inventado, sino porque me gusta mucho un autor pensador del teatro, Juan Mayorga. El dice que del teatro uno no debe irse con respuestas, sino con preguntas. ¿Qué me gustaría que se preguntará el espectador? Dos cosas.

Una, me gustaría que se preguntara acerca de cuáles son las profanaciones que él hace como espectador, que está decidido a profanar. En clave de esto, de lo sagrado que decíamos. Bueno, ¿qué es sagrado para mí? ¿Qué tan dispuesto estaría a profanarlo? En este caso es el cuerpo de un Papa. Pero yo como espectador que podría profanar de lo que yo considero sagrado, eso por un lado.

Y por otro lado, la pregunta que yo me la hago como espectador de la obra, tiene que ver con cuál es el lugar del amor. Si es un lugar de la vida, es un lugar de la muerte, es un lugar que no se sabe que está en el limbo entre vida y muerte. Algo de esto, que se juega en el transcurso de la obra.

La obra:

  • Dramaturgia y Dirección: Rafael Taborda
  • Asistente de dirección: Emmanuel Culasso
  • Diseño sonoro: Juan Manuel Fernández
  • En escena: Ezequías Litwin – Victoria Alesandri – Matías Rapetti
  • Diseño gráfico: Agustina Tamagnone
  • Fotografía: Camilo Ortega
  • Diseño de luces: Agustina Vargas Vieyra

Las entradas pueden conseguirlas en la puerta del teatro o por la web.

NOTA ESCRITA POR MELISA BARCELÓ VIGLIOCCO

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